El 25 de agosto de 2008, en la sede del Foro Analítico del Río de la Plata, Marcelo Mazzuca realizó una presentación con el siguiente título: “La construcción del caso Charly García. Del síntoma al nombre propio”. El formato de la reunión fue realmente muy original, ya que se trataba de una lectura psicoanalítica de una biografía de Charly García, quizás “la” biografía, escrita por Sergio Marchi –músico y periodista especializado en los avatares del rock nacional– y publicada con el título de “No digas nada: una vida de Charly García”. La reunión fue multitudinaria y su desarrollo sensacional: Marcelo Mazzuca conocía cada detalle del asunto y procedió a una lectura puntillosa del libro de Marchi, en una operación muy similar a la realizada por Freud con las “Memorias...” del Presidente Schreber.
Apenas unos días después, me reuní con Marcelo Mazzuca para proponerle publicar su investigación y comenzar a conversar acerca del formato que podría tener ese libro. Más de un año después, el texto ve la luz –“la indómita luz”– y es motivo de celebración: un poco de aire fresco en el panorama de las publicaciones psicoanalíticas, un libro distinto que no se agota en las anécdotas que lo componen, sino que presenta una serie de articulaciones inéditas, atractivas para los psicoanalistas, a la vez que para los músicos e innumerables fans de uno de los artistas que ha marcado a varias generaciones de argentinos.
Curiosamente, se trata de un libro en el que se trata de otro libro (otra vez, liber enim, librum aperit...). Pero además, el propio Marchi ha escrito su prólogo, conmovido ante la sorpresa de la obra y de su propia posición leída por Mazzuca. Entre otras cosas, en ese prólogo, hay un párrafo que me llamó la atención. Cito: “Marcelo Mazzuca reconoció las huellas del psicoanálisis en mi escritura. Mi análisis fue una referencia importantísima durante los años locos con García –y los otros–, permitiéndome, entre otras cosas, liberar ciertas ataduras de pudor con respecto a la primera persona. Eso, a su vez, me posibilitó meterme en unas aguas que no estaba seguro de poder atravesar. Mazzuca, en este libro, recoge las reverberaciones con el mar ya en calma y pacientemente las procesa a través de su saber psicoanalítico. Y comprende que para leer correctamente No digas nada (si es que tal cosa fuera posible), él debe ser Marchi. La idea fue que mi yo narrativo se disolviera en la mente del lector y que se olvidara de mí. El yo es el lector. Es el lector el que vive aventuras con García. ¿Es eso una transferencia? Como yo no lo sé muy bien, será bueno que Mazzuca se los explique en este texto”.
Hay aquí algo similar a esa pluralidad de egos aludida alguna vez por Michel Foucault a la hora de explicar qué es un autor: Charly, su vida y su obra, Marchi y su biografía, Mazzuca y su lectura, componen un sujeto único, nutrido por la immixtion de Otredad, esa que no confunde a ninguno de los protagonistas de esta historia, porque cada uno de ellos sabe algo de su relación al Otro y ha dado testimonio de eso –de una u otra manera–.
En lo que al psicoanálisis refiere, el recorrido está orientado por las nociones de síntoma y fenómeno psicosomático, holofrase –y oído absoluto–, el nombre propio y sus transformaciones, la lógica de la creación y la invención, la teoría del espejo y del sonido, los límites del saber...
No puedo dejar de recomendar su lectura, ya que se trata de un fino libro de psicoanálisis que ha roto el molde. Sólo me queda por decir, tal como escribí en su contratapa, que así como Charly cantaba en los mágicos años ’80 que “Los analistas no podrán entender”, tal vez este libro de Marcelo Mazzuca quede en la historia como la excepción que confirmará la regla.
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