En su diccionario, María Moliner, define la intimidad como un conjunto de sentimientos y pensamientos que cada persona guarda en su interior. La intimidad es el aspecto más personal y reservado de un sujeto. San Agustín (354-430), el gran descubridor de la intimidad, la define por la característica de dialogar y entrar uno en uno mismo; homologándola al alma y a lo espiritual. El autor ve al mundo interno y a la realidad ordinaria desde el punto de vista de la intimidad. Se trata de una realidad que no termina de manifestarse; es algo en lo que siempre se puede profundizar. “Quién soy , ni yo mismo comprendo todo lo que soy”, escribe.
San Agustín se da cuenta de que cuando el hombre se queda en las cosas exteriores se vacía de sí mismo: “Noli forasire, in teipsumredi; in interiorehominehabitat verita”, es decir, no vayas fuera, en el hombre interior habita la verdad. Piensa que, cuando el sujeto se queda en lo exterior, se vacía de sí.
Varios siglos después, J. A. Miller (2010) aclara que, el término ‘íntimo’ que se registra por primera vez en 1390, significa “lo más interior”, lo insondable, el contenido más hondo del ser que se liga con su esencia, con lo humano; algo oculto, intangible, cerrado, recóndito. Él, define la intimidad como un nido mullido, un lugar cálido al que se retorna cuando los embates de la realidad ordinaria resultan agobiantes. Uno de los rasgos de la madurez del sujeto, implica el reconocimiento de este mundo interior, propio, íntimo, que tiene que ver con el pensar y el sentir de cada persona.
Actualmente observamos que los límites de lo íntimo se han corrido y que su espacio se ha reducido. El imperativo exhibicionista epocal, su goce, lo mediático y lo virtual parecen afectarlo, de modo que: lo íntimo se ha tornado escandalosamente público; lo íntimo se banaliza y se convierte; se ha transformado en espectáculo.
Lo íntimo se ha convertido en mercancía; el exhibicionismo y la hiperexposición de la intimidad permiten obtener dinero y salir del anonimato.
Esta novedosa intimidad mediática virtual puede ser de uno con uno y de uno con varios anónimos.
La realidad virtual ha modificado la intimidad generando nuevos espacios. Con sitios de búsqueda como Google (donde con sólo poner el nombre de alguna persona se obtienen muchos datos de ella), redes sociales, reality shows, programas de chimentos, entre otros, se han generado nuevos sitios que hacen de la confesión de cuestiones intimas un fin en sí, un espectáculo, un objeto de consumo.
Lo íntimo en el Siglo XXI, ha dado un giro respecto de cómo lo concebíamos en la modernidad, pronunciando varios interrogantes. Es sabido que la intimidad, al hacerse pública, desaparece dejando un vacío interior, con el riesgo de caída de la subjetividad. Un interrogante es si esta transformación dejará sujetos vacuos; otra, es si, como predice N.Negroponte (MIT), se va a intensificar la relación de intimidad con el ordenador y lo virtual. ¿Cuál será el destino de nuestro nido mullido? |