“Siempre hay un roto para un descocido”, expresa este aforismo del acerbo popular. Podríamos pensar que en ocasiones el roto, descose al partenaire, o que uno se rompe para que el otro quede entero, para completarlo. Cuanto más se descalabra psíquicamente un dúo, ¿la fusión aumenta? ¿Qué domina el que se deja dominar? ¿Activo-pasivo? ¿Equilibrio mutuo aún a costa de una vertiente sacrificial? ¿Estabilización a cambio de alienación? El psicótico refuerza la unión mediante certezas delirantes, imponiéndole al otro que no hay más mundo que ese mundo. El análisis del sujeto inducido a la folie, ¿podría en ese marco precipitar algún pasaje al acto en esa díada desquiciada?
La psicosis resulta infranqueable ante intentos de cuestionar la esencia simbiótica del vínculo. Decía irónicamente el genial y provocador Salvador Dalí: “La única diferencia entre un loco y yo, es que el loco cree que no lo está, mientras yo sé que lo estoy”.
Cuando Freud introdujo la pulsión de muerte ligada a la cuestión del masoquismo, daba sustento teórico a observables en la clínica que “más allá del principio de placer”, abundan en repeticiones y sacrificio. El concepto lacaniano de goce apunta en esa dirección. El sujeto entregado al Otro construye un lugar absoluto aún a costa de su propia disolución. A veces, el que está roto no se “entera” y el no psicótico oficia de “cemento” para que no se le caigan los ladrillos inconexos al otro... y así queda pegado al muro delirante que lo pierde.
En la producción de un dúo “delirante”: ¿podría pensarse una construcción transgeneracional? ¿0 hablarse de un terreno paranoico sostenido en el vínculo?... ¿de “núcleos” psicóticos para el equilibrio familiar, allí donde se encuentra forcluida la significación fálica?... ¿o se trata de un desequilibrio creciente que empuja al conjunto?
Escribió Alejandro Dolina: “El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia. Uno no está en casi ninguna parte”. ¿Será que la pequeñez de lo humano y lo insoportable de las incertezas reduplican la eficacia de delirios compartidos (no solo de a dos), promoviendo larga vida al psicoanálisis?
¡Que la ilación entre autores y lectores augure nuevas suturas! |