Vuelvo a plantear lo que ha sido mi punto de partida: las dificultades que ofrece la comprensión de la sexualidad femenina en el último Lacan, están situadas en un nivel precedente, el fálico. Y los obstáculos teóricos que ofrece este último, proceden, a su vez, de la concepción del significante.
En el capítulo VII de Aún, dice Lacan: “Con Φ designamos ese falo que preciso diciendo que es el significante que no tiene significado, aquel cuyo soporte es, en el hombre, el goce fálico. ¿Qué es? Nada más que lo que subraya la importancia de la masturbación en nuestra práctica: el goce del idiota.”
Una observación elemental: ¿cómo pasamos de un significante despojado de significado al realismo brutal que habla del goce del idiota?
El falo, tanto en la clínica como en la teoría, está asociado al lazo entre la erección y la muerte, a la vida, a la multiplicidad de falofanías, es decir, los múltiples aspectos en que se ofrece desde el inconsciente la alianza entre la intensidad orgásmica y una imagen. No digo que es difícil reducir este complejo a un puro significante, digo más radicalmente que es totalmente imposible hacerlo –y la imposibilidad de la que hablo no es la categoría modal lacaniana, sino la imposibilidad pura y simple–.
Quiero decir, para abundar: si fuera posible (cosa que no lo es) situar en la estructura metapsicológica un puro significante, en ningún caso podríamos pensar el salto abrupto entre este elemento supuestamente matemático y el goce masturbatorio.1
Los presupuestos de Lacan para postular un puro significante, los expone Lacan en el capítulo VIII “El saber y la verdad”, del mencionado seminario.
Vale la pena volver sobre su argumentación.
En primera instancia, sostiene: “Lo real no puede inscribirse sino con un impasse de la formalización. Por ello he creído poder trazar su modelo a partir de la formalización matemática, en tanto es la elaboración más avanzada de la significancia que nos haya sido dado producir. Esta formalización matemática de la significancia se hace a lo contrario del sentido, iba a decir a contrasentido. El eso no quiere decir nada respecto de las matemáticas, lo dicen en nuestros tiempos los filósofos de las matemáticas, aún siendo también matemáticos, como Russell.”
Y poco después agrega: “Por eso no creo vano haber llegado, al cabo, a la escritura del a, del del significante, del A y del Φ. Su escritura misma constituye un soporte que va allende la palabra, sin salir de los efectos mismos del lenguaje. Tiene el valor de centrar lo simbólico, con la condición de saber usarla, ¿para qué? Para retener una verdad congruente, no la verdad que pretende ser toda, sino la del decir a medias, la que se evidencia por cuidarse de llegar hasta la confesión que sería lo peor, la verdad que se pone en guardia desde la causa del deseo.”
Del primer fragmento, la primera frase es inobjetable: lo real no puede inscribirse sino como un impasse de la formalización. Cabe recordar que “impasse” significa literal y metafóricamente “camino sin salida”.
Pero lo que luego agrega es bien objetable. La formalización matemática no implica un contrasentido ni siquiera una falta de sentido, sino, más simplemente, la abstracción del sentido. Para poder operar, la lógica y la matemática despojan de contenido a sus letras variables –a, b, c, d,… n– convirtiéndose en una simple sintaxis. Pero luego este esquema vacío es interpretable en términos semánticos, que pueden ser cualesquiera a condición de que respeten las reglas sintácticas. Las matemáticas son, como lo sostiene un autor, “una física del objeto cualesquiera”. Para abundar, a implica b, entonces si pongo a, obtengo mecánicamente b. ¿Cuál es el contenido de estas expresiones? Cualquiera.
La formalización y la separación entre sintaxis y semántica es permitida por la simple y eficaz razón de que se trata de una lengua artificial, es decir, hablada por nadie.
Al apelar a la formalización para dar cuenta de sus mathemas, Lacan precipita sus artificios, ahora sí, en un impasse…
El segundo fragmento, repite el mismo síntoma.
Estas letras no son letras variables sino abreviaturas cargadas de un contenido introducido de contrabando. La no es un mathema sino la abreviatura del sujeto tachado o dividido entre saber y verdad. No se puede instaurar con estas letras ninguna clase de cálculo.
¿Cómo es posible que vayan más allá de la palabra, si se necesita de la palabra para aclarar el posible significado de estos símbolos, de los que se pretende que carezcan de significado inicial?
Por lo demás, el decir a medias es una propiedad del carácter sinuoso del discurso sintomático, el que a través de sus figuras, que dicen otra cosa que lo que efectivamente afirman, realiza la fórmula brillante del seminario “Aún”: “lo que se diga permanece oculto detrás de lo que se dice en lo que se entiende”.
Las simples letras, por su extrema fijeza ¡no pueden decir nada a medias!
Quiero señalar, para luego continuar argumentando más pormenorizadamente en las próximas entregas, alguna de las consecuencias de este planteo. La primera y más decisiva es el retorno a un dualismo binario. Sin duda el dualismo en lo que respecta a la oposición masculino/femenino es irreductible. Pero un dualismo binario, que opera por mera alternancia de presencia/ ausencia, cuestiona este mismo dualismo al reducir la oposición a un vínculo de pura complementaridad, que traiciona la suplementariedad de lo femenino con respecto a lo masculino que Lacan había delineado tempramente en uno de los textos capitales de los Escritos.
Ahora bien, si despojamos al falo de la dimensión de la soberanía, o si la incorporamos en un segundo momento, tras un comienzo, por decirlo de algún modo, neutro, pierde toda eficacia y se convierte en un cachivache-apto-para-cualquier-cosa.
Es que si la feminidad está marcada tanto por la receptividad como por la dispersión y la heterogeneidad, el falo ejerce su soberanía censurándola, ordenándola en un juego agonal que no se puede resumir con una simple fórmula mecánica.
Es más, la contingencia que Lacan atribuye con razón al falo en “Aún”, ¿no depende en última instancia de la propia contingencia femenina?
Cuando el falo supera en su censura una cierta línea que bien podemos llamar inhibitoria, empieza a operar con la crueldad de masa y la violencia propia de las corporaciones a la vez viriles y homosexuales.2
Hegel en su Fenomenología del Espíritu, mencionaba en una espléndida frase “la eterna ironía de la feminidad con respecto a la comunidad”.
Sobre esto escribiré en la próxima entrega.
(Continuará)
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1. De otra parte, no creo que pueda reducirse el goce fálico al goce masturbatorio. En algún sentido, la discusión es inútil por la excesiva latitud que posee la expresión “goce fálico”.
2. Pienso en la obra Billy Budd de Hemann Melville. Que trata justamente del encierro letal de las comunidades exclusivamente masculinas. En el caso, un barco de la armada inglesa a fines del siglo XVIII. |